Con el paso de los años las campañas electorales han generado un efecto interesante, aunque al mismo tiempo preocupante: la polarización de la sociedad. 

Desde la elección del 2000 donde se vivió la alternancia en México, el saldo fue el de un bloque de triunfadores y otro de perdedores, lo cual originó una nueva etapa en la democracia del país, pero al mismo tiempo el inicio de esta polarización social. 

Seis años después, la fragmentación fue más visible. El cuestionado triunfo de Felipe Calderón sobre Andrés Manuel López Obrador propició un choque entre quienes defendían la elección y la continuidad del panismo en el gobierno y quienes reclamaban un robo en las urnas que, a diferencia de aquel 1988 cuando un “fallo” en el sistema hizo que sorpresivamente Cuauhtémoc Cardenas perdiera la votación, en el 2006 se produjo una fractura que hasta la fecha no ha terminado de sanar.

Después, el regreso del PRI a la Presidencia, de la mano de Enrique Peña Nieto, con unas redes sociales escrutadoras, una juventud crítica y una clase política desgastada, hizo latente un enojo social, lo que nos terminó dividiendo aún más. 

Hoy, a tan solo unas semanas de renovar la Presidencia de la República, nueve gubernaturas del país, la cámara baja y alta del Congreso de la Unión, congresos locales y presidencias municipales, las divisiones se hacen más grandes y las ofensa, irreconciliables.

La guerra sucia ha subido de tono.

Los asesinatos han empañado desde ahora este proceso que debería ser un ejercicio ciudadano de paz y libertades.

Detrás de cada candidato o candidata existen grupos que pareciera no se reconciliarán después del 1 de julio.

Quizá se nos olvida que a partir del lunes 2 del séptimo mes debemos dejar atrás las campañas y mirar hacia adelante, por el bien de México, de Puebla y de nuestras familias. 

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Días atras se anunciaba con bombo y platillo la realización de un encuentro entre los candidatos y la candidata a la gubernatura de Puebla.

De entrada se negaban a llamarle debate y en su lugar dijeron que sería solo un encuentro para exponer sus ideas, lo cual ya era un mal augurio, porque una cosa es el debate para confrontar propuestas, cuiestionarlas o defenderlas y otra, una simple exposición sin derecho al análisis.

Y es que en el sentido estricto de la lengua, el “debate” se define como <<discusión en la que dos o más personas opinan acerca de uno o varios temas y en la que cada uno expone sus ideas y defiende sus opiniones e intereses>>.

Pues al final, no se sabe a qué se debía el temor de los organizadores por hacer confrontar a los participantes de este “encuentro”.

Con el paso de los días, los detalles sobre el formato del evento y hasta la temática comenzaba a tomar fuerza, hasta que se reunieron empresarios del CCE y líderes de, consorcio universitario con los representantes de los candidatos y todo se desdibujó hasta el grado de la cancelación definitiva. 

Primero fue el candidato del Partido Verde, después el de Nueva Alianza y finalmente la de “Por Puebla al Frente”.

Si ya de por sí esta decisión era decepcionante para la sociedad poblana, aún quedaban dos candidatos en la jugada.

Ya lo ha dicho la propia autoridad electoral que cualquiera que organice un debate debe invitar a todos los candidatos y candidatas para cumplir con el principio de equidad e imparcialidad, no obstante, el ejercicio democrático puede hacerse con la aceptación de al menos dos contendientes sin importar que el resto rechace la invitación.

En este escenario estábamos. 

Enrique Doger del PRI y Luis Miguel Barbosa de Morena, PT y PES no habían declinado y si bien los demás no iban a participar, un intercambio de ideas, cuestionamientos y hasta acusaciones hubiera dado claridad sobre la guerra de declaraciones que han protagonizado ambos candidatos.

Al final, el neomorenista y senador con licencia, Miguel Barbosa, terminó declinando también y decidió no acudir bajo el pretexto de que no valía la pena debatir con el que va tercero en las encuestas, como si los ciudadanos también fuéramos tereceros en sus preferencias del ex perredista.

Al final, Barbosa perdió la oportunidad de aclarar de dónde proviene su fortuna, que no concuerda con su declaración tres de tres y si las acusaciones de Doger son infundadas, habría servido el foro para callarle la boca, pero no: optó por salir corriendo por la puerta de atrás.

Otra conclusión de este desaire a la sociedad, por parte de quienes quieren ser nuestra autoridad es aún más preocupante.

Y es que los demás contendientes argumentaron que la visita a Puebla de sus dirigentes nacionales les hacía imposible acudir al encuentro, lo que significa que están respondiendo a los intereses de sus partidos y grupos, antes que a los de la ciudadanía.

Por donde se le quiera ver, es lamentable, 

El resultado de este ejercicio, llámele debate o encuentro (al fin no se realizó ni uno, ni otro) fue de absoluto fracaso. 

Todos resultamos perdedores: los empresarios, las universidades, los partidos, los candidatos y sobre todo, los ciudadanos. 

Los empresarios del Consejo Coordinador Empresarial y los rectores de las principales universidades de Puebla porque quedó evidenciada su deteriorada influencia y falta de fuerza entorno a la vida política de la entidad. 

Los partidos porque demostraron que sus intereses están en las cúpulas y no en la cercanía con la gente.

Los candidatos porque echaron a la basura la oportunidad de recuperar la confianza de la ciudadanía y de presentar sus propuestas a sectores de la sociedad que son importantes. 

Pero sobre todo, perdimos los ciudadanos, porque con estas actitudes, nos vemos obligados no a votar por el mejor candidato, sino por el menos peor.

Gana entonces... la “peorcracia”.

@AlbertoRuedaE