Dicen los que Saben que hay políticos que prefieren los reflectores a las responsabilidades. Y luego está Armando Aguirre, el alcalde de Coronango, quien ha perfeccionado el arte de la omisión.
Esta semana, su ausencia volvió a hacer ruido (y no del bueno), cuando 40 alumnos de la primaria Emiliano Zapata, en San Francisco Ocotlán, quedaron atrapados por las inundaciones… y el edil, bien gracias.
No solo brilló por su ausencia, sino que dejó en manos de los propios niños y maestros la limpieza del plantel: entre charcos, lodo, residuos y humedad, retomaron clases como pudieron.
Porque cuando el gobierno no llega, toca que los ciudadanos —en este caso, menores de edad— saquen la casta.
La escena, digna de indignación, revela un problema más profundo: la incapacidad del gobierno municipal para atender una situación que no es nueva, ni mucho menos sorpresiva.
Cada temporada de lluvias, el acceso a esa escuela se convierte en una trampa, y cada año, los vecinos piden lo mismo: soluciones reales, no discursos de campaña.
Pero parece que el presidente municipal de Coronango prefiere quedarse en su oficina. Porque ni se presentó, ni emitió un pronunciamiento, ni mostró el más mínimo interés.
Eso sí, cuando se trata de cortar listones o posar para la foto, el edil aparece más rápido que el agua estancada en la Emiliano Zapata.
Armando Aguirre necesita, con urgencia, bajarse del pedestal y ensuciarse los zapatos —literalmente— si es que aún le interesa gobernar.
Dicen los que Saben que a los vecinos de Coronango la paciencia se les agota y ya no quieren selfies: quieren resultados.
Y si no puede con el cargo, que lo diga. Pero mientras tanto, que por lo menos se digne a responderles a esos niños que, con escoba en mano, hicieron el trabajo que le tocaba a él ¿O no?
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