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domingo, noviembre 23, 2025
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Puebla y la peligrosa costumbre de normalizar la violencia

La violencia en Puebla ha dejado de ser un sobresalto para convertirse en rutina. La última semana lo confirmó de nuevo: ataques a policías, cuerpos abandonados en caminos rurales, balaceras en municipios que antes presumían tranquilidad. Los episodios se multiplican en Acajete, San Salvador Huixcolotla, Eloxochitlán, Chignahuapan, Ixcamilpa de Guerrero y Tulcingo del Valle. Cada uno es un recordatorio de que el crimen no duerme y que el Estado, en muchos casos, llegó tarde… o simplemente no llegó.
La inseguridad no estalla por sorpresa. Se construye desde la omisión. Cada municipio que no invierte en seguridad abre la puerta para que la delincuencia tome el control. Cada patrulla sin gasolina, cada policía mal pagado, cada luminaria fundida, cada calle abandonada a oscuras, es una invitación silenciosa para que el miedo se instale como vecino permanente.
El discurso oficial suele ser complaciente: “estamos atendiendo”, “hay coordinación”, “estamos reforzando”. Pero la realidad en las calles contradice los boletines. Los alcaldes viajan, se exhiben en eventos y conferencias, pero rara vez escuchan de primera mano a la gente que vive con el corazón acelerado cada vez que cae la noche. No es solo falta de presencia: es desconexión. Es distancia política y emocional.
La obra pública, que debería ser aliada de la seguridad, se convierte en propaganda. Se promete pavimentación, alumbrado, rehabilitación de carreteras, pero los rezagos saltan a la vista. La ciudadanía sabe dónde sí se invierte y dónde solo se pinta la fachada para el informe de gobierno. En la capital poblana, por ejemplo, las obras pendientes se acumulan, mientras en los municipios más pequeños la inversión es microscópica o inexistente.
El resultado es un estado dividido entre quienes pueden protegerse y quienes quedan a merced de la delincuencia. Comunidades enteras viven “en alerta”, cuidándose entre vecinos porque desconfían de su policía, y esa desconfianza es quizás uno de los síntomas más alarmantes del deterioro institucional.
Puebla no se puede permitir normalizar esta rutina. No puede aceptar que cada semana se cuenten muertos, se pidan refuerzos, se renuncie a la esperanza de caminar tranquilo. El crimen crece cuando el Estado se achica. Y hoy, en demasiados municipios, el Estado es una silueta lejana.
Urge que los ayuntamientos asuman su papel sin excusas: invertir, capacitar, vigilar, iluminar, escuchar. Urge que los alcaldes regresen a caminar sus calles sin previo operativo de limpieza. Urge transparencia en el uso de recursos. Y urge también una ciudadanía dispuesta a exigir, a fiscalizar, a reclamar lo que le corresponde por derecho.
Porque mientras sigamos normalizando la violencia, la violencia seguirá normalizando su territorio. Y ese es el escenario más peligroso para cualquier sociedad.

Mi reconocimiento a Diana Álvarez Zamora

Quiero dedicar un espacio especial para honrar la vida y el trabajo de Diana Álvarez Zamora, perito en criminalística de campo de la Fiscalía General de Justicia del Estado de Tlaxcala, quien falleció el 4 de noviembre de 2025 en un accidente mientras auxiliaba a automovilistas varados.
En el momento del accidente, Diana hacía lo que mejor sabía hacer: ayudar. Estaba abanderando la zona para prevenir un riesgo mayor, cumpliendo con ese deber ciudadano que siempre la caracterizó. En cada acto, grande o pequeño, su vocación de servicio quedó patente. Era de esas personas que nunca volteaban la mirada ante la necesidad ajena.

Su partida es un dolor profundo, pero también un recordatorio poderoso: quienes trabajan por la seguridad y la justicia lo hacen expuestos a riesgos que la mayoría no ve, y aun así los enfrentan con valentía. Su labor debe valorarse, honrarse y mantenerse viva en nuestra memoria colectiva.
Mi homenaje
A Diana le debemos el reconocimiento de que la función pública no es un discurso ni una fotografía. Es cercanía, acción, entrega. Es decidir servir aun cuando nadie lo aplauda. Su legado trasciende su profesión y alcanza a quienes informan, a quienes exigen a la autoridad y a quienes luchan por construir un entorno más seguro y humano. Su ejemplo es luz, y su esencia permanece.
Quiero también expresar mi reconocimiento más profundo a su esposo Elihú, a sus dos hijas (Cons y Ate) y a toda su familia. Una familia unida, sólida, con un amor que se siente incluso en medio del dolor. Que estas palabras estén escritas con el corazón, desde el respeto y la admiración hacia una mujer que dio lo mejor de sí, y hacia una familia que hoy merece arropo, apoyo y memoria.
Diana Álvarez Zamora deja un vacío, sí, pero deja también un ejemplo que inspira. Que así sea recordada: como una mujer valiente, entregada y profundamente humana.Y aquí la gran pregunta… ¿A qué le tiras cuando sueñas, mexicano?

Para cualquier duda, sugerencia, comentarios y más, estoy en mis redes sociales, X como @jorgereportero1, y en el portal digital: www.elquintomedio.com, y en el correo jorgeab304@gmail.com



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Jorge Barrientos
Jorge Barrientos
Reportero y fotógrafo con 20 años de experiencia en medios de comunicación: radio, prensa escrita y digitales. Actualmente en la fuente política. Padre de familia y amante del rock.
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