@Alexas1
Una vez más ya están de regreso en las aulas cientos de docentes y alumnos quienes esperan aprovechar prácticamente los últimos meses que le quedan a este ciclo escolar, y es tal vez el momento idóneo, para ir haciendo una recapitulación de los logros en materia de educación, más aún con miras a implementar en breve el pseudo “nuevo modelo educativo”, que ya en alguna otra colaboración comenté que me parecía una propuesta un poco tardía y conalgunas incongruencias.
Si bien es cierto, que existe una necesidad de trabajar más en la parte de la educación emocional, también es verdad, que desafortunadamente los docentes que están en las aulas, no han sido preparados para trabajar con sus emociones y mucho menos enseñar a los estudiantes sobre este tema, por lo tanto, estamos ante un foco de alerta que tanto docentes como administrativos y el sistema educativo, deberían tener presente.
La inteligencia emocional, si bien no es un tema nuevo, si es un tópico que cobra cada vez más fuerza dentro del ámbito educativo, básicamente a partir de la década de los 90, en países como Estados Unidos y algunos Europeos, se comenzó a hablar de que el ser humano, no sólo era racional, si no sobre todas las cosas, es emocional. Los psicólogos Peter Salovey y John D. Mayer, definieron la inteligencia emocional, como un tipo de inteligencia socialdiferente a la cognitiva, con la habilidad de supervisar y entender las emociones propias así como las de los demás, discriminar entre ellas y utilizar esta información para guiar nuestro pensamiento y nuestras acciones, pero no sería hasta que Daniel Goleman, popularizara este término a través de una serie de investigaciones. Claro está que después de este autor, surgen otros más que comienzan a darle mayor relevancia neurocientífico, estableciendo que las emociones, pueden no sólo limitar, si no también favorecer el aprendizaje.
Ante todo esto, surge la necesidad de que en las aulas se ayude al alumno a gestionar sus emociones, a que los estudiantes, identifiquen lo que sienten y cómo pueden trabajarlas, situación que suena fantástico para promover una cultura de convivencia y de aprovechamiento escolar, pero la realidad, dista mucho de este escenario, ya que la mayoría de las ocasiones, en las escuelas no existen programas que traten esta temática, y si lo hay, los docentes no han sido capacitados para gestionar sus propias emociones y por lo tanto, mucho menos, están aptos para trabajar con la inteligencia emocional de sus estudiantes.
No podemos pensar en formar en el manejo de las emociones, si los docentes, no han sido formados en este tema, es imposible pensar que un docente que tiene a su cargo 40 alumnos o más, puede tener el tiempo y la capacidad para comprender de primera mano qué pasa con sus estudiantes, si apenas tiene tiempo de preparar, dictar y evaluar una clase, pero sobre todo, es incomprensible pensar en que el docente puede promover la inteligencia emocional sin haber sido previamente capacitado en el tema.
Es relevante que si verdaderamente se quiere hacer un cambio educativo, se comience por la formación de los futuros docentes, se debe tomar en consideración el prepararlos no sólo para centrarse en los temas académicos, si no ahora, también se centre en el alumno como persona, como un individuo que tiene sueños, tristezas y emociones difíciles de comprender, por lo tanto, en las planeaciones se debe ahora considerar espacios que verdaderamente permitan y promuevan el trabajo de las emociones. ¿Complicado? Sí, pero definitivamente no imposible. ¿Qué se requiere? Primero que nada de capacitación, segundo un verdadero cambio en las políticas educativas y tercero que las familias trabajen de forma conjunta con las escuelas. Este es un punto que no quisiera dejar de lado, el rol que juega la familia como el principal nodo del trabajo emocional, pero sin duda, este es otro tema que se debe tratar a profundidad y será en otra ocasión.
