Beatriz C. Olivares

@Alexas1

Resulta verdaderamente lamentable, que nuestra sociedad, se presenten sucesos como el acontecido el día de ayer, donde un menor disparó contra su maestra y compañeros. Este hecho sin duda, crea sorpresa, pero sobre todo nos debería orillar a tomar acciones, no basta con lamentarnos, o preocuparnos por la situación, hay que ocuparnos, ya que el panorama que se vive requiere de acciones, de ver hacia el interior de las escuelas, pero sobre todo hacer un análisis del núcleo familiar. 

Hace un par de semanas, leía una entrevista que le hiciera el Diario el Mundo al psicoanalista Italiano Massimo Recalcati, quien comentaba que es muy triste ver la separación que existe entre la escuela y padres de familia, quienes al parecer, han dejado de trabajar de la mano de los maestros y ahora, se han tomado el rol del sindicalista de sus propios hijos, defendiéndoles de las tareas, de las llamadas de atención, mimándolos al máximo:  "Se ha roto el pacto generacional; los padres y los profesores ya no trabajan juntos en la educación de los jóvenes" (Recalcati, 2017)  Estas acciones obviamente traen consecuencias, sobre todo de tipo negativo, ya que el estudiante, pierde el  apoyo y orientación que podrían darle ambas figuras: maestros y padres, sobre todo en estos tiempos de la información líquida, del auge de las redes sociales y del fácil acceso a un cúmulo de datos que muchas veces no se sabe cómo interpretar, usar y en ocasiones evitar. 

Ya lo comentaba en otra de mis participaciones, esa  necesidad de aprender a hacer un mejor uso de la información que hay dentro de internet, no podemos pensar que un niño, o un joven, tienen la capacidad para poder discriminar y hacer buen uso de lo que hay dentro de la web, es por ello, la relevancia que padres y maestros, puedan volver a pactar y trabajar de forma conjunta.  Sé que se dice fácil, pero que hacerlo, no lo es tanto, sobre todo, si como padres de familia, no nos damos a la tarea de conocer a nuestros hijos, de volvernos más responsables de sus acciones, de preocuparnos por lo que aprenden dentro y fuera de la escuela, de lo que hacen en internet, de los whatsapp que mandan, de las fotos o videos que se toman.  Para empezar, un menor de edad no debería tener acceso a una red social, pese a que algunas como el caso de Facebook, acepta que niños de 13 años puedan tener un perfil, bajo la supervisión de un adulto, ahora bien, si ya lo tiene, es responsabilidad del padre, monitorear que hacen los hijos en la red social, quienes son sus amigos, qué clase de información comparte y sobre todo, poner límites. Dejemos a un lado los pretextos de no tengo tiempo, tengo que trabajar, siempre hay y debe haber tiempo para los hijos, para hablar con ellos, para conocerlos, ¡para ser padres!

Por su parte, la escuela es un excelente escaparate para poder hacer que el niño o el adolescente, use su tiempo de mejor manera. Si a un estudiante se le motiva en la clase de tal forma que se cree en él la necesidad de seguir aprendiendo, saldrá del aula con deseos de saber más y podrá usar la tecnología con otro fin: el de aprender ¡La tecnología no es mala! Un niño que desde la escuela se relaciona con el deporte, con las artes, con la ciencia, no va a querer perder el tiempo viendo televisión o navegando por internet, por páginas absurdas o redes sociales. “Ésta debería ser la primera función preventiva de la escuela: donde hay cultura hay deseo de vida y no de muerte”. (Recalcati, 2017) 

Urge que volvamos a pactar docentes y padres de familia en pro de nuestros niños, propiciemos acciones que acerquen al padre a la escuela y viceversa, es la única forma en que nuestros estudiantes podrán crecer y construir una mejor sociedad. Referencia: Entrevista Massimo Recalcati (Enero, 2017) http://www.elmundo.es/sociedad/2017/01/04/58654955e5fdea7d2f8b45a1.html